“Para definir el grupo, tribu, gens, etc., tenemos el concepto de
matrifocal y el de ginecogrupo empleados por diversos antropólogos;
matrifocal se empezó a emplear cuando se constato que el lugar de
residencia de cada núcleo humano que se formaba, era el de la
mujer-madre. Es decir, que la relación de apareamiento no daba lugar a
un cambio de residencia de la madre, puesto que la cópula no era el
punto de partida de un grupo humano; copular y engendrar hijos/as no
eran actividades que supusieran la exclusión de la mujer del clan al que
pertenecía, si no todo lo contrario. Puesto que una sociedad sin
linajes individuales se renueva con las criaturas de las mujeres del
grupo. Por lo tanto la mujer no cambiaba de residencia y seguía viviendo
en el lugar donde había nacido con las demás mujeres y hombres con
vínculos uterinos (hermanos uterinos o nacidos de la madre).
[…] Imaginémonos los grupos humanos formados no al lado, no en contra,
no a pesar de los inconvenientes de la crianza, sino en función de ella,
para protegerla y cuidarla como el bien más preciado del grupo. Ni tuya
ni mía, las criaturas serían de los grupos humanos, no por ley, no por
decreto establecido, sino por la cualidad de la energía libidinal. Por
eso, su bienestar sería de hecho el de todos/as. Y si un grupo humano se
pone a funcionar teniendo como lo primordial el bienestar inmediato y
el cuidado de la pequeña criatura, recuperaría el impulso vital de
búsqueda del bienestar; haría volver la sabiduría perdida, el impulso
general por el cuidado de los demás que ha sido sustituido hoy por el
afán de dinero y de éxito”.
Casilda Rodrigañez,
El asalto al Hades
La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente
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